Firmar las fotos vs. Educar en el manejo de contenidos en Internet
La fotografía digital llegó revolucionando el mundo de la imagen y lo hizo para quedarse. Con ella, llegaron además Internet y las redes sociales, como ese lugar en el que “cualquiera” puede llegar con una fotografía a cualquier punto del planeta. Aquí es donde entra en juego la pérdida de derechos de autor de las imágenes y la importancia de firmar las fotos.
La viralidad y la difusión que entraña el entorno de las redes sociales son un punto positivo para cualquier fotógrafo. Puede mostrar su trabajo sin intermediarios pero, ¡ojo! Las redes sociales deben ser tomadas con cautela, sabiendo cómo utilizarlas y cómo leerlas. De la facilidad de transmisión de las fotografías surgió precisamente el miedo de los fotógrafos profesionales a “colgar sus imágenes”.
Los problemas de derechos de autor se han visto acrecentados por la aparición de Internet y las redes sociales. Esto se debe a la creencia generalizada de que todo lo que está disponible en Internet se puede consumir de manera gratuita. No afecta sólo a las fotografías, sino también al cine y la música, por poner otros ejemplos. Aunque es aún más grave en el caso de la fotografía tras la globalización y democratización de la misma. Es sencillo que cualquier usuario de Internet “robe” una fotografía recurriendo al “botón derecho” y “guardar cómo”. Esto afecta, por lo tanto, al proceso creador de películas, canciones o reportajes fotográficos.
La primera solución que ofrecían los programas de edición fotográfica y otros software de imagen era la marca de agua, en sus versiones más o menos intrusivas. Muchos fotógrafos desisten de utilizar marcas de aguas en sus fotografías ya que entienden que es una manera de “corromper” una fotografía. Además, cualquiera con unos conocimientos medios en la materia puede saltarse esta protección de manera sencilla.
La mayor “utilidad” de una marca de agua según esto es conseguir que las fotografías no puedan ser correctamente visualizadas por el público mayoritario. Por ello, a nivel práctico, muchos fotógrafos prefieren sacar sus trabajos a la luz sin grandes marcas de agua para que su trabajo tenga sentido. Son conscientes de que se dan muchos más casos de fraude de los que se llegan a enterar y denunciar. Pero no quieren que la experiencia de visualización sea tan deficiente. Porqué compartir una fotografía para que la gente la vea, pero hacerlo con una marca de agua que dificulta en gran medida su visualización.
Otros fotógrafos también deciden no perder el tiempo en ponerle marcas de agua a las fotografías subidas a las redes sociales. El motivo es que consideran que subir las imágenes es “desentenderse” de las mismas. Por ello, únicamente suben las fotografías que no quieren vender o sobre las que no les importa “perder el control”.
Existe la conciencia de que debería hacerse en todos los casos. Pero en la práctica, los casos de “robo de imágenes” no se persiguen todo lo que se debieran. Los motivos alegados son la falta de herramientas para llevarlo a cabo o de tiempo y dinero para afrontar la llegada a acuerdos o la apertura de contiendas legales. En definitiva, a la hora de publicar una fotografía en redes sociales es el propio fotógrafo el que hace un balance entre lo que quiere comunicar y el riesgo que afronta. Siempre asumiendo que habrá medios o gente que se apropie o utilice libremente y a su criterio, sus imágenes.
¿Cuál es la solución a los problemas de derechos de autor? Para algunos es un riesgo “que hay que pagar” por promocionar su trabajo en Internet. Intentan solventarlo al subir las imágenes a una resolución mínima, firmar las fotos de forma menos invasiva, conservar los archivos originales y cuidar los metadatos de la imagen.
Para otros muchos, la solución no está en firmar las fotos, sino en la educación en el manejo de contenidos . La óptica está, por tanto, en el aumento de la conciencia colectiva sobre el uso responsable de las imágenes. Está claro que si hubiera menos acciones en contra de los derechos de autor, los fotógrafos tendrían que afrontar menos batallas. Así podrían dedicar más tiempo a lo que realmente les corresponde, la fotografía y no el rastreo de imágenes robadas.