Marilyn Monroe, un icono de la belleza.
Una interminable mezcla de factores convierten a una persona en un icono. La fama, el talento, el impacto en la sociedad del momento y la atemporalidad vuelven reconocibles ciertas caras tras el paso del tiempo. Lady Di tuvo un impacto innegable para la moda y una estudiada imagen que reforzó su estilo personal. La imagen y la exposición al público a menudo van de la mano y es en el mundo del cine donde más se ha subrayado el poder del starsystem para atraer a las masas. Si pensamos en la década de los 50 nos vendrá a la mente una cara, una sonrisa, un estilo y un maquillaje con nombre propio: Marilyn Monroe.
Para crear su icónico look, la protagonista de Niágara confiaba en el mismo maquillador que Doris Day y Katherine Hepburn: Alan “Whitey” Snyder. Un maquillaje sencillo en apariencia que le daba a Marilyn un aspecto sexy pero saludable que esconde varios trucos y una complejidad inesperada.
Empecemos por la piel. Marilyn era muy consciente de la necesidad de cuidar la piel, para lo que solía confiar en los productos del dermatólogo Erno Laszlo o en ‘Elizabeth Arden Eight Hour Cream’, al igual que las cremas hormonales. Estas le llevaron a desarrollar vello facial rubio que se negaba a afeitarse. Pero para conseguir esa piel brillante era muy habitual que Snyder utilizase como preparación una fina capa de vaselina o de crema Nivea. Un truco que podríamos trasladar fácilmente para destacar zonas concretas como los pómulos, pero que en ella funcionaba a la perfección para conseguir brillo global bajo los focos. A continuación, Snyder aplicaba a la actriz una base de maquillaje de cobertura media, nunca mate ni demasiado empolvada.
Los ojos de Marilyn no solo se delineaban. La actriz emulaba lo que ella llamaba el ‘ojo Greta Garbo’: aplicar una sombra de ojos blanca en todo el párpado móvil hasta la ceja. En algunas ocasiones, como confesó el maquillador, conferían un look sexy a la mirada añadiendo una gota de vaselina o de aceite de coco sobre el párpado, precursor de lo que hoy llamamos ‘oily lids’.
Su delineado también era uno de sus rasgos estrella. Para conseguir esa mirada somnolienta, Snyder utilizaba cuatro tipos de eye-liner diferentes. Uno blanco para la línea de agua, negro y marrón a ras de las pestañas, además de rojo en el interior del lagrimal para crear la ilusión de ojos más blancos. Las pestañas postizas, cortadas a la mitad y colocadas en el extremo exterior, potenciaban la forma almendrada del ojo.
Marilyn confiaba en el contouring para su nariz y labios. Snyder usaba la técnica del claroscuro (usar colores claros para dar volumen y oscuros para hundir ópticamente) aplicando colorete en la punta de la nariz para acortarla ante la cámara. Pero también para crear la ilusión de labios carnosos. Para conseguir un efecto tridimensional, Snyder delineaba los labios con un lápiz marrón. A continuación, utilizaba varios tonos de rojo, desde el más oscuro hasta el más claro en la zona del centro del labio. Un efecto degradado que todavía está en auge en la actualidad.
El maquillaje de Marilyn Monroe es una parte entre todos los factores que convirtieron a la joven y desconocida Norma Jeane Mortenson en uno de los grandes mitos del cine del siglo XX, pero no el único. Así lo demuestra esta imagen de la actriz saliendo de la piscina a penas maquillada, pero con su característica y enigmática sonrisa.